jueves, 19 de noviembre de 2009

Corazón de Otoño



Este otoño ha tocado mis sentidos como no lo han hecho los dos anteriores. Mi corazón ha danzado al ritmo de las hojas de los árboles mecidas por el viento, con los colores cambiantes del cielo, con el sonido crujiente de las hojas al pisarlas, y con las vistas de los paisajes a través de las ventanas de todos los trenes en los que voy de un lado a otro.

Rojo, naranja, marrón, amarillo, y un verde que se resiste al otoño, son los colores que se mezclan y entremezclan en los árboles en esta estación. Ver una pared cubierta por las hojas intensamente rojas de un viñedo, en contratse con un arbol amarillo o naranja al lado, es un cuadro que llena el corazón, son situaciones en las que el alma quiere salirse del cuerpo y solo formar parte de esa naturaleza, ser el viento, el calor o tal vez un hada que cuida esa belleza otoñal.

Hoy es un día que ya comienza a dar paso a los días iniciales de invierno. El otoño se va despidiendo, fue hermoso, me dió sol y alegró mucho mis días de suspenso y días que me enloquecían por ser tan cortos. Mientras mis ojos se ganaban con todo lo rico del otoño, mi razón me gritaba diciendo: Por qué michi no traes la cámara contigo!, y es verdad, debería tenerla siempre en mi bolso. Hay imágenes que hablan por si solas, que comunican algo diferente a cada persona, al menos yo lo siento así, por eso creo que estoy descubriendo un nuevo hobby aquí; hacer fotos de todo lo que exprese algo hermoso o especial.

En Lima solía tomar fotos del mar, en fiestas y nada más. Cuando viajaba a otros departamentos, provincias o pequeños pueblos también sacaba mi cámara, pero fueron pocas veces, el centralismo no ayuda mucho a salir de la capital y allí solo tenemos verano y un leve invierno, que me encanta también por supuesto!. Pero aquí en este país anglo sajón las estaciones son tan marcadas que, a pesar que ya llevo tres años aquí, no dejo de sorprenderme con cada maravilla que la naturaleza, su fuerza, y su esplendor me regala.

Luego de tres años en los que mi euforia por lo nuevo estaba a flor de piel, puedo vivenciar ahora conscientemente y con todos mis sentidos los cambios de la naturaleza, cómo afecta eso en las personas, los cambios en mi misma, y en general los cambios al ambiente de fin de año.

Mi euforia inicial por devorarlo todo (comiendo, oyendo, tocando, mirando) ya está casi saciada, pero mi pasión natural por vivenciar al máximo todo lo que toca mis sentidos, aún sigue intacta y creo así seguirá siempre.







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