viernes, 6 de noviembre de 2009

La noche en que cayó el muro



Una frase dicha casi por equivocación y transmitida de inmediato por los medios de comunicación, permitió que la noche del 9 de noviembre de 1989 el muro de Berlín cayera. Un muro que por 27 años mantuvo divididos a alemanes del este y del oeste, un muro que separó familias, parejas, amigos. Un muro resultado de la segunda guerra mundial. Un muro que hasta hoy, en el recuerdo, sigue conmoviendo a muchas personas hasta las lágrimas.

Yo tenía once años, mi papá estaba en Alemania y yo lo extrañaba tanto como una niña extraña a su papá. Mi mamá miraba las noticias, yo jugaba en mi cuarto, de pronto una noticia sobre Alemania, ese país tan lejano para nosotras pero tan cercano a nuestro corazón, puso nuestros cincos sentidos en vilo. Mis ojos se sumergieron en las imágenes de gente embriagada por la euforia, la emoción, el llanto, y la alegría. Mi pequeño corazón se contagiaba de todo ello, pero no entendía todavía que ese momento estaba transformando la historia no solo de Alemania sino de todo el mundo.

Es un jueves por la tarde del 9 de noviembre de 1989. En el centro internacional de prensa, el nuevo vocero oficial de la RDA (Alemania del Este), Günter Schabowski, lee un comunicado en el que indica: "Los viajes privados al extranjero se pueden autorizar sin la presentación de un justificante. Las autorizaciones (a los pobladores de Alemania del Este) serán emitidas sin demora. Los viajes pueden hacerse en todo puesto fronterizo con la República Federal Alemana (la del Oeste)”. Un periodista italiano le pregunta “¿a partir de cuándo?”. Schabowski lee entre sus papeles, busca datos y dice dubitativo “Según tengo entendido... desde ya, de inmediato”.

Pero el gobierno de la Alemania del Este aún no había aprobado dicha resolución, lo que leyó su flamante vocero era todavía un pre documento con correciones hechas a mano, que debía ser modificado, y que debía ser dado a conocer recién al día siguiente, mientras se les comunicaba primero a todas las autoridades. Schabowski no revisó bien el documento antes de anunciarlo. Pero después de lanzada la frase no hubo marcha atrás.

“¡El muro está abierto!”, “Habitantes de la RDA pueden viajar desde ya fuera de la región”, titulaban a la velocidad de un rayo las radios y televisoras de toda Alemania. Miles de berlineses del Este se presentaron en los puestos de control del muro y exigieron pasar al otro lado. En esos momentos, ni las tropas de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regularlas estaban informados, ellos trataban de enviar a la gente de regreso, pero la gente permanecía ahí. Más gente llegaba, a pie, en auto, nadie podía creerlo, y nadie les atacaba como hubiera ocurrido antes, en una situación normal cuando alguien intentaba cruzar la frontera.

Sin una orden concreta, el punto de control de “Bornholmerstrasse” en Berlín se abrió el mismo jueves 9 de noviembre a las 11 de la noche, seguido por otros puntos a lo largo del muro. Policías y encargados de la custodia observaban desde sus puestos, todo sucedía sin violencia, en paz pero con una tremenda emoción. Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por la población de Berlín Oeste. Bares cercanos al muro repartían cerveza y champagne gratis, los desconocidos se abrazaban entre sí. En la euforia de esa noche, los berlineses llevaron a cabo la destrucción del muro con todos los medios a su disposición; sus manos, su fuerza, picos y martillos; su libertad.

La unión de las dos Alemanias no se celebra el 9 de noviembre sino el 3 de octubre, porque recién el 3 de octubre del año siguiente Alemania es considerada oficialmente otra vez un solo país. Sin embargo para miles de alemanes el 9 de noviembre es un día más que especial, representa el fin al sufrimiento de familias separadas, el fin a la pérdida de vidas que intentaban cruzar el muro por cielo y mar. El fin a minas, a vallas metálicas, a cables con alarmas, a cercas de púas, y a más de 300 torres de vigilancia. Y el fin a la guerra fría.

Hace tres años estuve en Berlín, y en el lugar donde todavía queda una parte del muro y un pequeño museo (para recordar que algo así no debe volver a pasar), se puede sentir aún esa energía de terror, de vigilancia, de muerte y de privación de la libertad, la piel se vuelve de gallina, y a pesar de todo es un tanto gracioso reconocer como una simple frase pudo cambiar la historia, un error de cálculo, una falta de coordinación, como fuere, pero el hecho es que la historia se escribió así. El 9 de noviembre de 1989, hace 20 años, es un día que nadie podrá cambiar.

Berlín es ahora una ciudad cosmopólita, llena de vida y con muchas historias que ofrecer; una de las más alegres es “The Wall Live”, un concierto promovido por Roger Waters (Pink Floyd) en “Postdamer Platz”, Berlin, para conmemorar el fin de las dos Alemanias. En ese espectacular concierto participaron estrellas como Scorpions, Van Morrison, Bryan Adams, entre otros. El concierto fue grandioso, y fue transmitido a unos 100 países, 50 de ellos en directo. Y hoy toda Alemania celebra otra vez su reunificación; yo me uno a esa energía y pienso en ti Perú, para que no haya nada que divida a los peruanos, mi gente, allá donde está una parte de mi corazón.

Que no se vuelvan a construir más muros, visibles ni invisibles, ni en países ni en pueblos ni entre personas, ni entre amigos, ni en familias. No siempre habrá un Schabowski que por casualidad logre derribar los muros.

Así informó el canal alemán ZDF. En el segundo 16 al 18 se ve a Schabowski respondiendo dubitativo "según mis informaciones (los berlinenses del este pueden viajar al oeste) a partir de este momento, de inmediato". La noticia en la historia hace 20 años:



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